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lunes, 24 de mayo de 2010

formacion jovenes cofrades

La Educación de los Sentimientos, una propuesta novedosa en la Formación de los Jóvenes Cofrades

1.- La Formación en las Hermandades

2.- Los "cofrades de sacristía" y los "neoconversos", dos formas extremas de ver la Formación

3.- La Formación es un compromiso que hace Hermandad

4.- Pero ¿en qué nos tenemos que formar, en qué tenemos que hacerlo con los jóvenes? ¿No parece la Formación algo un tanto teórico?

5.- La educación de los sentimientos, un proyecto pionero

6.- El sentimiento en las cofradías

7.- Una educación del sentimiento cofrade



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a Formación, es hoy en día algo insoslayable, quizás porque cada vez seamos más conscientes de la crisis vital y de sentido en que nos encontramos...

Pero la educación, la formación, no lo olvidemos, no es un objetivo como tal, sino un medio... El objetivo es preparar a las personas para la vida, crear en ellos inquietudes, descubrir sus valores, ayudar a crear caminos propios de felicidad, de realización, de compromiso social, y, en nuestro ámbito, descubrir a Cristo y el Evangelio como valor supremo digno de fe y de sentido absoluto.

Pero... ¿cómo entender la Formación en nuestras hermandades y, sobre todo, de cara a los jóvenes?



1.- La Formación en las Hermandades

La Formación, se dice, es uno de los grandes pilares de la Hermandad , pero muchas veces esto nos parece algo demasiado escuchado ya, pero poco asumido, quizás porque con el nombre de Formación parece que nos referirnos exclusivamente a la organización de charlas. conferencias. mesas-redondas. ponencias, planes, cursos.... a las que siempre van los mismos, a las que ciertamente invitamos a ir a los jóvenes, incluso a participar, pero que en la mayoría de los casos les parecen demasiado teóricas, alejadas de sus inquietudes cotidianas , de sus preocupaciones e intereses. La Formación no "tiene que ser", no puede imponerse como se imponen normativas, como se imparten clases, sino que es, sobre todo una tarea de búsqueda y ofrecimiento testimonial de los valores que conforman la identidad de una Hermandad, es decir, los del Evangelio, una búsqueda’ en las que están comprometidos hermanos y hermanas, cada uno en su responsabilidad que, por supuesto, no es exclusiva de la junta de gobierno, sino que deriva de la propia y voluntaria vocación de cristianos.



2. Los "cofrades de sacristía" y los "neoconversos", dos formas extremas de ver la Formación

No tengo vocación de cofrade de sacristía, sino de Iglesia.... Me explico, a veces se piensa por determinados sectores de cofrades que hablar del Evangelio, de la Formación son sólo cuestiones propias para los cultos anuales y que no pertenecen a lo especifico de lo cofrade y, por esa razón, tachan a los que se interesan por estos temas de cofrades de sacristías, a los que no consideran propiamente cofrades, pero que son inevitables y hasta convenientes de cara a la imagen externa de la Hermandad para con la Iglesia jerárquica. En este sentido, la Formación sería como una "moda", o como una imposición que hay que tolerar, pero en la que no se cree en el fondo, como dije al principio. Hoy, gracias a Dios cada vez son menos los cofrades jóvenes y mayores que piensan así....

Pero a los cofrades denominados de sacristía les está saliendo, en el otro extremo, serios competidores por los que se llaman también en el argot cofrade "los neo-conversos", en el que sí se integran tanto adultos con una cierta formación académica o empresarial y también muchos jóvenes que entran en la Hermandad a través de las bandas de música, costaleros, acólitos y, en menor medida, los grupos jóvenes. Son aquellos que profesan una religión ligth, descomprometedora, superficial, de devociones estéticas, de amor a unas tradiciones que no entienden en su raigambre cristiana, pero en las que se sienten integrados con lo que yo llamo espiritualismo laico, para ellos muy sincero.., pero que nunca les plantea un cambio en su vida. Es todo un exponente de la cultura del ocio, hedonista en la que nos dejamos dominar.... Por esta razón, no ven incoherencia alguna en organizar charlas o ponencias, donde abiertamente se soslayan, cuando no se combaten, los más elementales contenidos cristianos...



3. La Formación es un compromiso que hace Hermandad

Eso sí, aunque la Formación no pueda imponerse, es un compromiso ofrecerla a todos los hermanos, convencidos de su necesidad para ser personas y cristianos, para crear una auténtica comunidad fraterna (eso es la palabra Hermandad) donde cada cofrade se sienta integrado como persona, acogido, con confianza suficiente para participar activamente, para expresar sus críticas en los ámbitos adecuados... La Formación es, de por sí, atractiva porque es siempre la Buena Nueva, la buena noticia de Jesús, también en las hermandades....

La Formación, además es necesaria para que el culto sea realmente en espíritu y verdad, como le decía Jesús a la mujer de Samaria. La participación activa de los cofrades en sus propios cultos deriva de la propia Formación, empezando por los oficiales de la junta de gobierno... pero una Formación integral en la fe, no sólo en la liturgia.



4. Pero ¿en qué nos tenemos que formar, en qué tenemos que hacerlo con los jóvenes? ¿No parece la Formación algo un tanto teórico?

Las respuestas nacen de un cierto "márketing" de búsqueda sincera en lo personal y en la fe en nuestras Hermandades. Hay detalles de nuestra realidad cotidiana que nos revelan campos específicos de Formación para nosotros y nuestros jóvenes, que muchas veces ni comprenden ni asumen algunos casos y situaciones muy frecuentes en nuestras hermandades y donde los sentimientos afloran por doquier...

a) Nuestra propia experiencia, la de los hermanos más antiguos, compartir vida.

Pero no compartimos la propia vida, nuestras preocupaciones... Quizá nos falte conocer y vivir de verdad el Evangelio porque no lo hemos leído o comentado, no hemos sabido trasladar su letra a nuestra propia realidad, nuestra propia carne.... La Formación es eso, conocer para conocernos, para no ser ni analfabetos de letras, ni analfabetos de vida... Es impresionante lo que los mayores nos pueden aportar con su testimonio, hay cofrades que son todo un ejemplo de hondura cristiana, pero de los que sólo conocemos su trayectoria "curricular cofrade", hermanos que han sido buenos cofrades porque ante todo han sido buenas personas y buenos cristianos. Y eso es Formación.... pero la experiencia de los jóvenes no es menos valiosa e interesante... y es verdad que necesitamos , todos necesitamos, hoy más que nunca, respuestas vitales de sentido, saber por qué somos, para qué estudiamos, qué futuro profesional o personal nos espera... Y no podemos dejarlas correr porque nos privan de nuestra propia dimensión personal... pero esas mismas inquietudes tienen , desde la Hermandad, un sentido cristiano... Conocer todo esto es el primer paso para afrontar con seriedad y efectividad una labor formativa, que ha de ser necesariamente diversa y personalizada.

b) Casos tristes de hermanos, mayores y jóvenes, que no han sentido su Hermandad cerca.

Siempre tengo en la memoria, cuando digo esto, los casos bien tristes de cofrades jóvenes que han tenido en su vida momentos graves de crisis personales, de dificultades de muy diversa índole y se han encontrado muy solos... Ni a ellos se les ocurrió nunca que en su Hermandad podrían encontrar alguna ayuda, consejo, acogida... ni sus hermandades han conocido el caso o, si lo han conocido, no se han sentido implicadas... Esto es muy serio.., y no sólo en problemas estrictamente humanos, sino también en su implicación cristiana. ¡Cuántos jóvenes de nuestras hermandades tienen una imagen negativa o confusa de la Iglesia, de los sacramentos. de la propia Persona de Cristo! ¡Cuántos jóvenes o menos jóvenes son en la práctica agnósticos o ateos y sin embargo, salen de nazarenos o costaleros... sin observar incoherencia alguna! ... Incluso se dan casos -y no pocos, como va he dicho- en los propios grupos jóvenes... Y esto es, como dicen los propios jóvenes, muy fuerte....

c) Los "síndromes" de propiedad y marginación.

La experiencia nos descubre ese sentimiento tan frecuente de quienes han arraigado tanto en determinados cargos de la Hermandad, sobre todo el de Hermano Mayor, que llegan a creerse con derecho de propiedad, pensando muy seriamente que es imprescindible para que la Hermandad funcione... Pero no es menos negativo el caso de quienes han comprometido muchos años en la corporación y, por aras de alguna circunstancia electoral, se le margina sistemáticamente o se crea el suficiente ambiente para que esa persona se considere así y deje de frecuentar la casa de hermandad, a veces con problemas serios de depresión, añorando la vuelta, sin que a nadie se le ocurra interesarse por él, llamarlo...En el fondo y en la forma la Hermandad se reduce a ir o no por la casa de hermandad.

Estos sentimientos generan actitudes quizá poco comprensibles, ilógicas en una hermandad, pero con ellos conviven nuestros jóvenes y no faltan tampoco casos, por mimetismo, entre ellos.

d) "La estación de penitencia" o la "estación a la Campana".

En muchas ocasiones percibimos una cierta desazón interior cuando nos referimos a nuestra procesión de Semana Santa como estación de penitencia, al compromiso del nazareno que se reviste de Cristo y quiere compartir por unos momentos con su testimonio de silencio y compostura su compromiso de Pasión y Muerte por nosotros.... y no podemos evitar esa sensación interna de alegría y goce que experimentamos acompañando a nuestros queridos titulares por las calles, la sensación estética de los cirios encendidos, la música, las gentes que se emocionan al vernos.... y creemos que es una incoherencia o una hipocresía....

... Y es que, salvando la actitud ciertamente destacable de los "neoconversos", no tenemos en consideración algo tan entrañablemente bueno y humano como los SENTIMIENTOS....



5. La educación de los sentimientos, un proyecto pionero

"Quienes no logran dominar bien su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de pensar, de trabajar y de relacionarse con los demás" (Alfonso Aguiló, "Educar los sentimientos").
"Una buena educación sentimental ha de ayudar, entre otras cosas, a aprender –en lo posible- a disfrutar haciendo el bien y sentir disgusto haciendo el mal" (ídem...).

Hoy en día los nuevos planteamientos educativos valoran la necesidad de educar a las nuevas generaciones en el campo de lo sentimental, conscientes de su importancia en la conformación vital y racional de una persona, en sus actitudes, sus opciones de valores, su fe....

Gracias a mi experiencia como profesor en institutos y diputado de Formación y Juventud en dos hermandades y, sobre todo, a la confianza que muchos de alumnos y chicos y chicas de mis grupos jóvenes me han otorgado, he ido descubriendo la riqueza y profundidad de unas personas que comienzan a encontrarse de verdad con la vida y tiene un cierto temor o inquietud por hacerlo siendo ellos mismos, sin caretas, con una verdad que duele, pero que se asume como necesaria...

Ellos viven dominados por las sensaciones que emanan de su propio cuerpo que crece, abiertos a todo lo que le rodea sin definir muchas veces un sentido concreto en lo que sienten o hacen..¿Es que se dejan llevar? En parte sí, y es evidente que los medios de comunicación influyen no poco en una rudimentaria escala de valores que funciona con mayor o menor fijismo mental en la dinámica cotidiana de estos chicos. Pero sólo en parte... La educación recibida en la familia y en la escuela constituyen todavía una referencia fundamental, sobre todo la primera...Valores universales como el amor, la verdad, la libertad, la solidaridad...Dios...son importantes en su conformación como personas...aunque, si les faltan referentes concretos y personalizados, se pueden convertir en meras abstracciones que no resisten el siempre difícil encuentro del adolescente con la realidad de la vida...que comienza a ser auténticamente suya.

Por esta razón, es tan necesario hoy conocer los verdaderos sentimientos de estos chicos y chicas, esos que subyacen en toda su etapa de la adolescencia y primera juventud... aunque resulten tan dubitativos y cambiantes, casi incomprensibles...utópicos, que apenas son quizá algo más que sueños sin fundamento...pero que le hacen vivir, ilusionarse...En el fondo son como esbozos, primeras huellas apenas superficiales de un camino que se comienza a crear y que conducirá a la forja de una personalidad concreta...

Y es que, aunque con dificultad, se comprende en todo en todo el mundo de los sentimientos un sentido, una "lógica"... Es un error desechar sin más los sentimientos de un adolescente con aquello de que "ya se le pasará". Para un educador, para unos padres, debe ser prioritario un acompañamiento vital desde su propia inquietud, con la distancia que vayan fijando los chicos, con una comprensión paciente y una adecuada firmeza en planteamientos que marquen referencias a valores asumidos en su educación.

Como profesor me planteo siempre una educación en valores que dimanan de la propia realidad en la que el alumno vive tanto en lo externo...como en su interior. Está claro que la educación no puede consistir en una simple exposición de conocimientos más o menos teóricos, sino que, sobre todo, ha de procurar un desarrollo integral de la persona y prepararla para la vida en sociedad.

Los alumnos no perciben claramente la importancia de algunos de los valores que se les transmite en el centro escolar, tampoco en la Hermandad para su vida, para su desarrollo integral como persona. Objetivamente son incuestionables y los admiten una vez que se les explica con detalle, pero no parece clara una interiorización y asunción de los mismos. Son valores que no sienten como fundamentales, aunque sean útiles para afrontar la vida profesional, personal y también de fe.

Tengo muy claro que de manera global es preciso orientar todo el proceso educativo en función de la persona del alumno o alumna, de su crecimiento integral como tal y no en función de unos contenidos conceptuales, procedimentales o actitudinales. La educación en valores sólo tiene sentido si se la enfoca en un proceso personalizante pues todo valor adquiere su verdadera importancia cuando cobra vida en la conciencia humana del alumno o alumna. Evidentemente son necesarios unos marcos referenciales de valores que hay que transmitir con una acción programada e intencional y un clima adecuado, pero siempre centrado en la persona del alumno y en ella cobran un valor fundamental sus sentimientos.



6. El sentimiento en las cofradías

Tenemos que reconocer que, desde los orígenes, tanto la religiosidad popular como su ente más genuino, las hermandades y cofradías, viven y expresan la fe con un importantísimo componente sentimental.

El sentimiento otorga un rasgo definitorio al cofrade, a veces con un matiz claramente peyorativo desde una óptica racionalista, por un lado y desde el ámbito de la religión oficial de la Iglesia por otro. Conceptos plenamente asumidos como fundantes del ser cofrade: devoción, emoción... son propios de un carácter sentimental, que, sin embargo, no se afronta como elemento propio de una FORMACIÓN.

El concepto de sentimiento en nuestro ámbito cofrade tiende muchas veces a minusvalorarse, aplicándolo sólo exclusivamente a los pregones o actos de exaltación, a considerarse, por otro lado, una cuestión ajena a toda reflexión crítica al decirse que pertenece a la intimidad de las personas y, por ende, se obvia cualquier explicación racional o lógica, algo así como una válvula de escape o desahogo que en definitiva no busca una coherencia con un planteamiento integral de la persona.

Y sin embargo el sentimiento es consustancial a nuestro ser y actuar, subyace en todas nuestras actitudes, otorga a nuestros planteamientos una coherencia determinante, aunque muchas veces no nos parezca lógica o racional... Y si aplicamos todo ello a nuestro ámbito cofrade, habría que decir que la raíz de nuestra religiosidad popular, del origen y evolución de nuestras cofradías tienen un componente esencialmente sentimental. Es más, el cimiento religioso, la fe o encuentro de la Trascendencia con la persona del cofrade es primariamente sentimental.

Pero a pesar de su importancia, cuando se plantea, como se hace, con rigor la formación en nuestras hermandades, la específica de la juventud, poco o nada se dice de la educación o formación de los sentimientos. ¿Cómo es posible que siendo un elemento fundamental en nuestro ser cofrade nadie se haya planteado la oportunidad de reflexionar seriamente sobre él y trazar una líneas formativas al igual que se hace con temas teológicos, culturales, cofrades o de márketing administrativo o patrimonial?

¿Es que nadie ha percibido que la educación en la fe doctrinal se queda muchas veces en teoría cuando la enfrentamos a nuestros sentimientos devocionales o emocionales? ¿Es que no nos damos cuenta que las mínimas normas de sentido común en el gobierno y administración de una hermandad a veces se desmoronan por sentimientos personales absolutamente inexplicables e incoherentes con planteamientos largo tiempo pensados...?

¿Qué sentimientos afloran en la Hermandad? Devoción, emoción, confort evasivo, gusto estético, afectividad, rivalidad-competitividad, acogida-calidez, rutina... ¿Son coherentes con unos valores, con una fe? ¿Es la fe sólo un sentimiento?

¿Es lo mismo devoción que fe o religiosidad?

Si estamos de acuerdo con que la fe sería como la piedra angular que sostiene y otorga una razón de ser a la propia Hermandad, tendríamos que aceptar que una educación de los sentimientos ha de ser coherente con la misma.

La devoción, expresión más importante del sentimiento cofrade, tiene un componente innato y espontáneo, ajeno a otras premisas, pero no es menos cierto que esta devoción es inducida directa o indirectamente desde una esfera afectiva en un porcentaje muy significativo. De hecho es la devoción primera causa de la fundación de hermandades y, por tanto, hay una sintonía sentimental conjunta de una serie de personas, que a veces se explicita, se asume como un acervo espiritual importantísimo.

La devoción prepara al encuentro coherente y lleno de sentido con la Trascendencia, es decir, a una fe consciente y a un compromiso. Con él surge como tal la Hermandad como institución....

Pero... a partir de ahí esa devoción se institucionaliza y pierde un tanto su expresividad y, sobre todo su dimensión educacional, que se reserva a un ámbito restringido. Ciertamente marca una cierta espiritualidad en las formas externas, los cultos... pero se da un tanto por sentada y no hay un planteamiento educacional con las nuevas generaciones, que desconocen ese impulso devocional y su posterior compromiso de fe....

Hoy en día los jóvenes dan un valor importantísimo a los sentimientos, pero hay un matiz... por sí mismos... no necesariamente unidos a unos valores, a unos compromisos....

Y en el tema de la fe... resulta evidente por las muchas encuestas que se conocen, que el sentimiento por el que acceden a una hermandad, salvo en los casos de lazos familiares, dista mucho de ser coherente no ya con la fe... sino con el mismo planteamiento de buscar esa fe, es decir, de querer ciertamente un acercamiento vital con la Trascendencia....

Las hermandades constituyen un ámbito privilegiado para la educación sentimental desde una óptica vital y de fe, pero es preciso afrontar con mucha seriedad y sinceridad los conceptos de devoción, emoción, gusto estético y su relación con la vida personal y religiosa, si esta es coherente o no, porque el sentimiento como valor indudable se convierte con demasiada facilidad en una huida evasiva de la realidad, descomprometedora.

Los cofrades somos pioneros en esta escuela del sentimiento. Sabemos trascender la fe en emoción, motivar la devoción.. Todo ello queda explicitado en una vasta literatura, donde no faltan textos de alta calidad y hondura que explicitan una espiritualidad propia y de indudable contenido teológico. Igualmente la dimensión musical ha alcanzado un notable prestigio. Sin embargo, hemos convertido muchas veces los sentimientos en una mera evasión estética y sensual, en un sentimentalismo alienante y casi ridículo, donde las palabras, las notas ya nacen vacías de contenido y no se hallan sustentadas por un sentido coherente de verdad. Por esa razón el sentimiento no transmite vida... sólo es un sucedáneo que deja el alma aún más sedienta de hondura.

Nunca como hoy nuestra fe está tan necesitada de un sentimiento auténtico. Se busca apasionadamente el instante feliz, el disfrute pasajero, pero intenso. En eso parecen unirse los jóvenes y los cofrades, que prefieren la estética a la ética, la satisfacción inmediata de una procesión, de un acto solemne a vincularlo a una estructura más estable de sentido, a unos valores concretos, a la fe y el compromiso eclesial.



7. Una educación del sentimiento cofrade

Una adecuada educación de los sentimientos tiende a fomentar una relación estrecha con las opciones de sentido vital que cada persona va adquiriendo conforme madura en su apreciación y compromiso con la realidad, con unos valores concretos que se le presentan y que asume no sólo con la razón, sino también con la voluntad y lo siente así, en ese indefinible, pero palpable sentido interior que se llama sentimiento.

Todo ello cabe aplicarlo también a la fe. La fe no se aprende, es un encuentro vital con la Trascendencia, un proceso interior, para el cual la devoción supone en el ámbito de la religiosidad popular el primer acercamiento al Misterio de Dios en las Personas de Cristo y su Madre la Virgen María. La Hermandad surge de la devoción, pero se consolida con el compromiso de fe y su integración en la Iglesia.

El sentimiento cofrade, además, debe arraigarse en una afectividad sincera que remita al valor esencial del Amor. La Hermandad es esencialmente una comunidad unida por el amor a Dios y a los hermanos. La devoción a los Titulares ha de vincularse afectivamente a los cofrades que comparten con nosotros la devoción en la Hermandad y fuera de ella. No es de recibo una devoción alienante como la del cofrade que reserva su amor a las imágenes y se halla enfrentado a algunos hermanos. Expresiones tales como "Yo estoy en la Hermandad por mi Cristo...no por vosotros..." denotan una clara inmadurez .

La estación de penitencia, instituto fundamental de las hermandades pasionistas, constituye sin duda un ámbito privilegiado para esta formación que propongo, sobre todo con las nuevas generaciones de cofrades. Hay una vivencia sentimental extraordinaria en los cofrades que participan en la estación. Se trata, sin duda, del acto más específico del instituto, el que otorga a la Hermandad su sentido... y, sin embargo, aunque las Reglas determinan claramente el objeto de la estación, se comprueba perfectamente que un alto porcentaje de los hermanos no lo comparte, y los sentimientos que experimentan son difusos, indefinibles y sin un planteamiento coherente con la fe y el sentido de la penitencia cristiana. Como ya se ha dicho, el cofrade "disfruta" de la estación, expresión que puede significar al mismo tiempo una experiencia espiritual o un gozo sensorial o estético sin mayor trascendencia, aunque en todo caso sincero y hondo. Poco importa el esfuerzo físico, el sacrificio, las privaciones...todo ello se asume en pro de unos momentos privilegiados.

Con una formación adecuada, estos sentimientos pueden ser integrados en una visión más coherente de la estación, para lo cual sólo es preciso recuperar los orígenes donde este acto se integraba en todo un proceso penitencial y de Conversión, como culminación de la Cuaresma. El devoto experimentaba un sentimiento entrañable de cercanía espiritual al Cristo sufriente de la Pasión, pero en él descubría al mismo tiempo un sentido de comunión con el hermano. Las antiguas Reglas prohibían la participación en la procesión de disciplina a quien no hubiese recibido los sacramentos de la reconciliación o eucaristía o a los que se supiese que estaban enemistados con algún hermano.

Nuestros jóvenes se acercan a la Semana santa, a las hermandades, a todo un ámbito que le parece sumamente atractivo, mágico, que genera expectativas ilusionantes tanto en el plano personal, como de integración en una colectividad de "iguales" que se sienten protagonistas, "importantes" por lo que son, por lo que hacen y buscan también un reconocimiento social desde fuera. Nunca como hoy tantos jóvenes se hallan integrados en las hermandades a través de las cuadrillas de costaleros o bandas de música. Evidentemente, en una sociedad donde el joven tiene tan pocas referencias de valores, esto constituye un acontecimiento estimulante en el que las hermandades parecen estar en la vanguardia de la acción de la Iglesia....

Pero, ¿cómo acogemos los cofrades a estos jóvenes? ¿los integramos en verdad en la vida de hermandad o los dejamos en sus departamentos estancos de costaleros, bandas...? ¿Cuántos de estos jóvenes integran la Juventud propiamente dicha de la Hermandad? ¿Por qué?

Tenemos que ser conscientes que las hermandades, sus grupos jóvenes son o pueden ser una Buena Noticia para los propios jóvenes y también a los jóvenes que les rodean, sus compañeros de institutos, de "movida".... ¿O es que el Grupo Joven no puede ser un tiempo de "movida" especial, con la alegría del encuentro, con la confianza y confidencia de la amistad.... Y sin los peligros del alcohol y las drogas...? ¿.Es que el Grupo Joven sólo se realiza en la casa de hermandad? ¿Es que los jóvenes que lo conforman no saben ser hermanos fuera de allí? El problema, a lo mejor, es que no encuentran de verdad en la Hermandad algo que les llene, algo que no sea la cotidianidad cofrade, que a veces se centra sólo en el ámbito de lo patrimonial, de las comidillas de noticias cofrades de la propia hermandad, o de Sevilla, aquel estreno, aquel escándalo... lo de las mujeres nazarenas... .como si esto fuera una novedad...

Existe una actitud de cautela a la hora de proponer un mayor compromiso de hermandad en el sentido de unas actividades formativas, culturales a estos colectivos de jóvenes porque tenemos el temor –no sin fundamento- de que abandonen las casas de hermandad. Y es que observamos –y criticamos- que para muchos de ellos la religión no pasa de ser un aditivo estético que poco o nada tiene que ver con su vida personal. Un alumno mío, que se autodenomina cofrade y está integrado en una conocida agrupación musical, me escribía el otro día en un trabajo de Religión que eso de Dios era algo que no iba con Él desde que era chico.... Si en vez de Dios nos referimos a la Iglesia, el porcentaje se elevaría al 90%.

Y, sin embargo, los sentimientos de estos chicos son sinceros, se toman muy en serio todo lo relacionado con la cofradía, sus tradiciones, la solemnidad incluso de los cultos donde actúan como acólitos...¿Entonces...?

Quizá la mirada hacia ellos debería desviarse hacia nosotros mismos, a nuestro concepto del sentimiento cofrade como evasivo de problemas, a nuestras contradicciones fe- tradición...

No cabe duda que no se pueden forzar los sentimientos de los jóvenes, pero sí educarlos, encauzarlos desde una perspectiva personalizada y testimonial, creando en nuestras hermandades un clima de acogida afectiva sincera, de preocupación por sus inquietudes... pero también comprometidas con la esencia religiosa que nos otorga nuestra razón de ser: la fe, viviéndola sin tapujos, sentirla más allá del puro placer estético o de los rezos de cumplimiento, en la vivencia interior de oración, celebrándola en unos cultos participativos a los que hay que invitarlos, pero, sobre todo, a transparentarla en la cotidianidad de las tertulias, en una ética coherente y responsable, en una amistad desinteresada, en una atención solidaria a las personas más desfavorecidas, en una visión comprensiva e integradora respecto a la Iglesia...

De esa manera, Dios llega a convertirse en la hermandad en un sentimiento afectivo tanto o más importante que el que dimana de las imágenes titulares incluso en sus pasos de Semana Santa. Casi sin percibirlo, el sentimiento se convierte en un sentido, en un valor. Es todo un proceso educativo.

Ciertamente esto no es fácil, pero hay que afrontar con los jóvenes una dinámica sentimental coherente desde las juntas de gobierno en un proyecto formativo integral diseñado como se diseña la estética de una cofradía en la calle, o se le da un sello a los cultos..., un "estilo emocional" o de inteligencia emocional, como diríamos en la terminología didáctica actual.

Es importantísima la labor en este sentido de la Delegación Diocesana de hermandades tanto en los cursos de formación para adultos como en el instituto de la juventud, que aportan una educación en la fe que, por desgracia, ha sido siempre deficitaria y fuente de tantas contradicciones y antitestimonios que, indefectiblemente, pasan de mayores a jóvenes.

Pero aún queda mucho por hacer y de ello hemos de ser muy conscientes. O somos escuelas de vida para los jóvenes o éstos nos jubilarán anticipadamente. O somos escuelas de fe o nos convertiremos para ellos en una nueva "movida" consumista y sin valores trascendentes... O somos escuela donde compartir y educar los sentimientos hacia una fraternidad solidaria o nuestros jóvenes seguirán nuestra peor tradición capillita circunscrita a lo lúdico o estético... O somos, por fin, escuela de comunión con la Iglesia o perderán definitivamente su vinculación afectiva y sacramental con ella.

El futuro hoy por hoy está en nuestras manos, unas manos que cada vez se perciben más responsables, más sinceramente ocupadas en sostener con fe, vigor y mucha paciencia a nuestros queridos jóvenes.

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